Hay algo que se ha escurrido de la tradición, un quiebre en la transmisión que miente soledad a los que quieren aventurarse. Mujeres y varones que salen a la caza de lo propio con falso convencimiento de exilio, como si no fueran parte de un sistema único, de una nación, de su propia historia. Se ven las palabras que faltan pero hay más que rastros, más que versos de Alfonsina; hay más que las líneas entrecortadas y más que todos los rosales inquietos. Hay mucho más que eso detrás y más allá, por debajo y en el reverso, en el mismísimo anverso encandilado de la existencia. Existe lo oculto de sí mismo, los lazos entreverados de la sangre derramada, los relatos silenciados y los de representación demasiado exclusiva. Hay algo que trepida siempre, mientras la vigilia participa de la ilusión de lo ordinario.
Están las matrices gestando, reuniéndose aún cuando no se sepa. Están cicatrizando, dando su saber nocturno al río de lo compartido. Es necesario hacer sonar los llamadores y disponer las ramas para el fuego: cae la noche subtropical y aparecen las que practican su pócima desde hace mucho y las que aprendieron de sus enseñanzas, la trama de la historia que certifica que sí hay una pertenencia, una lealtad posible. Llegan las Brujas a Carne Argentina, comienza a ensoparse la magia del caldero, arden las brasas.