12.3.12

La mirada desconfiada

Algo que me gusta de las historias de Josefina Licitra es que le rehúye a la mirada mitificada de los otros y de sí misma. Ahí donde el progresismo y el periodismo lastimero (ella diría, el periodismo Cáritas) se regodea para saciar imposturas snobistas (la cooltura de los pobres) y la conciencia culpógena de la clase media, Josefina hace un paso al costado y dice “sí, pero”.

Para muestra basta un botón.

En 2005 Josefina escribió para la revista Rolling Stone la historia de Romina Tejerina, una muchacha de 18 años, violada por su vecino, que esperaba condena tras asesinar, en el baño de su casa, a su hija recién parida. Esto decía en una entrevista a propósito de su crónica: “El movimiento feminista la tiene como causa social, porque ella sigue presa y el violador anda suelto. Cuando el periodismo abordó ese tema, vos leías los textos y pensabas que Romina era una chica al borde de la cultura, una chica de campo, ignorante. No decían explícitamente que era una chola del norte; pero te daba esa sensación. Y cuando fui a entrevistarla a la cárcel, me encontré con una chica distinta, de clase media, un poco tilinga (liviana), preocupada de cómo se vestía… El episodio de la violación tampoco fue tan cliché. No la agarraron de los pelos para violarla detrás de un árbol. Ella estaba viéndose con un muchacho, empezaron a darse besos, ella quiso parar y él no paró… Y eso también es una violación. Hay una mirada esquemática, poco sensible, que obliga a pensar que los abusos sólo se cometen en los caminos baldíos, cuando sale un hombre de la oscuridad y te somete. Y no es así. Los abusos no sólo se dan en la clase baja. Y ésa es una deuda del periodismo: el contar que las desigualdades no siempre ocurren en el territorio de la pobreza”.

Con varias crónicas premiadas y dos libros publicados con críticas excelentes (Los Imprudentes y Los Otros). Josefina no se vanagloria de ser una de las cronistas mujeres más destacadas del continente. Al contrario, lleva ese atributo excepcional hacia el lugar más incómodo de los prejuicios y el poder.

“Escribir crónicas exige mucho tiempo fuera de tu casa y hay muchas mujeres que tienen obligaciones domésticas significativas. En Bogotá, cuando se realizó el encuentro Nuevos Cronistas de Indias, había una desigualdad notoria en cuanto al número de hombres y mujeres que me niego a explicar por el lado del talento. Más me lo explico por cuestiones sociales. No creo que sea una buena noticia que tres mujeres estén haciendo crónicas. Cuando escucho, por ejemplo, que hay tres mujeres trabajando en el Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) yo pregunto: ¿Y qué? Cada vez que una mujer llega a una instancia habitada por hombres se convierte en tema, y yo quisiera que dejara de serlo”.

En Carne Argentina estamos muy contentos de que ella haya aceptado nuestra invitación. Hace tiempo que teníamos ganas de escuchar sus historias, narradas con agudeza y corazón.

Así que, amigas y amigos, ya saben dónde oírla.

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