La primera vez que supe de Thénon no tuve idea de Thénon. Corrían los 80 y en el hervidero que era Buenos Aires por entonces pude ver, en una de las megafiestas con que la democracia se celebraba en el Teatro San Martín, un espectáculo de danza en el que bailaba Iris Scaccheri. De eso sí tuve idea, la animala coreografió la soledad y en un momento hasta llegó a meter los pies en una cacerola y se quedó un buen rato bailando ahí adentro. La sensación con la que me fui era la de haber sido estrolado contra el paredón de la gracia absoluta y, ciertamente, una de las profesiones que se prometían ante mí era la de ver bailar a Iris Scaccheri.
Algo así parece haberle sucedido a Susana Thénon, nacida en Buenos Aires en 1935, poeta, traductora y fotógrafa, que empezó a publicar a fines de los 50 una poesía llena de ironía y de humor y de retratos de la soledad. La vio bailar a la Scaccheri y se fue tras de ella, a volver sobre los retratos, a disparar mientras la bestia bailaba. Eso le llevó unos cuantos años en los que la poesía escrita cedió el lugar a las hermosas fotos con las que Thénon siguió su propia huella. Parte de una generación de grandes, los 60 donaron generosos su enormidad a la poesía argentina, Thénon es una voz, una voz tal vez más que una pluma, que nos parece entrañable y que queremos tener cerca. Por eso vamos a invocarla la noche del 26 de agosto.
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