Escucharla y verla en la entrevista que María Moreno (la divine Moreno) le hizo para el extinto Canal de la Ciudad, era una sorpresa que había que contener para no perderse ni un solo gesto, ni una sola palabra. Leer Habitaciones – Ed. Catálogos, 2002-, crónica de un amor que atraviesa gran parte de su vida, también fue un placer inmenso y alegre y lo que siguió en la lectura es un ensayito extraño sobre la relación entre Mastronardi y Gombrowicz. En 2009, Ediciones del Copista publicó sus Poesías completas (así, en plural), una hermosa compilación de sus poemas, que hay que agradecer como un gesto de verdadera responsabilidad y osadía editorial. Sin embargo, leer en alto y frente al público a Emma Barrandéguy no es sencillo. Sus poemas tienden a ser una enunciación íntima, aun cuando son clarísimos estandartes parecen hablarle a la oreja de alguien que siempre está próximo, armarse en el trayecto ínfimo entre quienes están reunidos puertas adentro. Y ahí está una de las cuestiones esenciales de las lecturas que organizamos, la posibilidad de escuchar como nuevos a autores que conocemos de antemano. Eso pasó en la noche de Carne Argentina habla con los muertos, cuando despuntaba la lectura, mientras Andi Nachon y Juan Fernando García, con evidente amor por la poeta, se metían en esa otra Gualeguay que es la Barrandéguy. Después de eso, uno se quedó con la necesidad de volver a sus libros, a releerla a la luz de un acercamiento distinto, reposado y con acentos que se desconocían. Vivo y coleando, ahí está, tan mágico otra vez, el rito de nuestras lecturas. Gracias a Andi y a Juan, por traerla con tanta sensibilidad para nosotros, tan viva, tan hermosa y única: Emma Barrandéguy.
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