14.9.10

Susana x María Inés

Apenas bajan las luces del bar, la gente deja en suspenso sus charlas y todo queda en silencio. No es necesario chistar para que se callen, ni pedir que apaguen los celulares. Todos saben que cuando bajan las luces, algo está a punto de pasar.
María Inés Aldaburu era una más en alguna de esas mesas, también en una ronda de amigos, de conversación animada y risas. Ella también quedó en silencio antes de pararse, resuelta, con la resolución de su cuerpo diminuto y elástico, y decir, en voz bien alta, empezar a decir en voz bien alta los versos de Susana Thénon.
¿Por qué llora esa mujer? ¿Por qué llora? ¿Eh? ¿Pero por qué?
Caminar entre las mesas hasta el círculo de luz que marca el escenario. Seguir diciendo y moviéndose, increpando con los versos de la otra en la boca y en las manos y en la cara. Porque así dice María Inés, con todo el cuerpo que se vuelve gesto.
De este lado, en la oscuridad, todos seguimos embobados el movimiento de sus manos, las palabras de Thénon que reviven y nos provocan asombro, sonrisas y algunas carcajadas. Si María Inés mueve las manos así, nosotros no queremos ser menos, no podemos esperar a que termine para chocar las nuestras, para aplaudirla hasta que las palmas arden.
Se agita la llama de las velas con el vientito que hacen sus manos moviéndose todo el tiempo, adentro y afuera del círculo de luz, como dos ánimas.

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