La notable (¡!) experiencia de ver en teatro a Mirtha Legrand, el cruel escarnio a Borges por su gorilismo, la revolución de los claveles en Portugal, Mar del Plata como una viñeta del frenesí de la soledad de los argentinos, todo, todo es materia cronificable para este vienés, nacido en febrero de 1932 y radicado con su familia en Buenos Aires a los pocos años, ante la inminencia de una Europa estragada por el nazismo. Enrique Raab es quizá el referente mayor de un periodismo que no necesitaba del subrayado bajalínea y concientizante que hoy impera en los medios. La estrategia de Raab era ponerse ahí, a mirar con curiosidad y con una deslumbrante inteligencia que le permitía confiar en la materialidad de la palabra sin recurrir a la construcción de bloques de concreto ideológico. Quien lea sus crónicas de octubre de 1973 publicadas en La opinión, sobre la Plaza de mayo, podrá encontrar ahí, en esa visión panorámica y pretendidamente despojada de las manifestaciones de entonces, una radiografía extraordinaria de ese tiempo político, de la vanidad facciosa, de la más pura inocencia y la manipulación del horror vigilante y creciente, del imparable motor que suponía el erotismo para la lucha armada (coger no sólo era probable entonces, también era una de las promesas que podían materializarse conforme la revolución bajara de su estatus ideal, utópico). O, a la luz del presente, podría leerse también una especie de déjà vu precarizado sobre lo que quedó tras el arrasamiento.
Amante del cine, del teatro, de la música, de la literatura, la búsqueda de la elegancia y la belleza también tenía a Raab como un jugado militante del PRT y en los 10 años que van desde 1965 al 75 escribió en los medios más importantes un cuerpo de crónicas inigualables en estilo y en potencialidad transformadora. Estás muerto, judío, rusito, comunista, son las amenazas con que la Triple A comenzó la crónica de un asesinato anunciado: el 16 de abril de 1977, un grupo de tareas ametralló la puerta del departamento en el que Raab vivía con su hombre y se llevó a los dos heridos: al novio por una semana; Raab, en tanto, es uno de los 100 periodistas torturados, asesinados y desaparecidos por la dictadura. Quien quiera asomarse a la maravilla de sus escritos puede revisar en Mercado Libre (la más desalmada paradoja parece ser lo único que quedó para nosotros) y buscar “Crónicas ejemplares, diez años de periodismo antes del horror” el excelente libro en el que Ana Basualdo recoge las mejores crónicas de este periodista extraordinario. Carne Argentina se enorgullece en traer a Enrique Raab a su Carne de Chancho, una fecha de homenaje a figuras entrañables, de enorme valor y descomunal coraje.
2 comentarios:
No tenía conocimiento de la existencia del libro de Basualdo. Desde luego, me parece buenísimo que haya en ese volumen recogido una muestra de sus crónicas. Lo he conocido, tratado durante algunos meses, acaso en 1970. Fui uno de los estudiantes de teatro que él eligió para integrar el elenco de un espectáculo teatral, en base a una pieza de Goldoni, que él dirigía, el cual, tras reuniones y ensayos, no llegó a estrenarse.
Con mi recuerdo de Enrique Raab, saludo cordial a Carne Argentina.
Rolando Revagliatti
www.revagliatti.net
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¡Qué buen aporte, Rolando! y qué lujo haberlo conocido. ojalá puedas darte una vuelta, el jueves que viene. Un abrazo y hasta entonces.
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