25.9.11

Retrato de una loca

¿Usted conoce alguien que haya vivido en un altillo? ¿conoce alguien que haya morado en la buhardilla de Margueritte Duras? ¿Ha visto alguna vez a alguien rolando un porro junto a William Borroughs, en un balcón de la París de Foucault, de Copi, de Barthes, de Sarduy, la París que tiene la jeta de Simone de Beauvoir?
Este jueves viene a Carne, trayendo su cuerpo flaco y su voz de entonaciones difíciles de ubicar en el pentagrama de los géneros, Raúl Escari. Hacía mucho que queríamos tenerlo a tiro para disfrutar de sus relatos porteños, de sus cuentos de loca desbocada en la parte de atrás de lo mejor de la última mitad del siglo XX. Su trayectoria da cuenta de las cuestiones más importantes de aquí y de allá, amigo de Piri Lugones –secreto testigo de su relación con Rodolfo Walsh-, y coprotagonista sudaca del mayo del 68 en la capital mundial de la baguette, el escritor parece bordearlo todo. Y tal vez eso sea lo más atractivo: relata desde el borde y aunque se embarre en infidencias desde el epicentro mismo de sus sábanas, Escari parece merodear, con la vista fija en las modulaciones del agua, una piscina en la que muchos otros eligieron zambullirse. Sobreviviente de una generación que forjó su obligada heroicidad frente a la armadura invencible de los genocidas o enfrentándose más tarde al fusil humeante del Sida, Escari viene a Carne Argentina silbando bajito y sin demasiada cucarda. La construcción del héroe suelen necesitar cuerpos que se arrojen decididamente al frente o que se queden en la retaguardia de la resistencia, los relatos de la admiración casi nunca se forman a partir de los que participaron a hurtadillas, desde el desván de una escritora mítica.
¿No conoce, entonces, alguien que haya vivido en un altillo?
Venga en la noche del jueves a Carne Argentina, nosotros, con felicidad secreta y admiración genuina –la ñata contra el vidrio podría decirse- se lo presentamos.

No hay comentarios: