Foto de Sara Facio
“Fina goza afanosamente de su libertad”. Así se llama el cuento del libro que me hizo descubrirla. Aunque antes la conocía sin saberlo, cuando veía a Luisina Brando enfundada en el sombrero de La señora Ordóñez. Hace tiempo que estábamos ilusionados con hacer este rescate. Una ilusión llena de preguntas, de algunos rechazos cuando lo comentamos, de expectativa. Porque Marta Lynch no fue una escritora más. Marta Lynch fue una escritora exitosísima, pródiga en libros y amores, contradictoria en sus pasiones políticas. Nació el 8 de marzo de 1925, día de la mujer. De la mujer que quiso ser y de la que no quiso también. Dicen que la aterrorizaba el deterioro físico y la decrepitud intelectual, por eso reincidió en tantos tratamientos y cirugías. Dicen que temía que se olvidaran de ella y que producto de una larga depresión, se suicidó en su habitación con un arma de fuego. En aquellos días de 1985, el escritor Jorge Asís comentó: "La mataron un poco todos los que adoptaban un tono de perdonavidas para referirse a ella. Hace unos cuatro años se vino abajo físicamente y no lo pudo resistir. Yo les hubiera hecho un corte de mangas, pero ella se tomaba la vida y la literatura demasiado en serio". Pero quién se animaba a perdonar a una mujer que en los sesenta fue secretaria de Arturo Frondizi, con quien estuvo vinculada afectivamente; que en 1973 fue invitada a ocupar el charter que regresaba a Perón del exilio; que se fascinó con el movimiento Montoneros; que renegó de todo eso en 1976, cuando defendió la dictadura militar, que se la vinculó afectivamente con el represor Emilio Massera, pero que fue una de las pocas figuras públicas que reclamó por la aparición con vida de Haroldo Conti. ¿Quién perdonaba a Marta Lynch?
Se nos ocurrió que este rescate de la Colección Primavera lo tenía que hacer alguien especial, por eso quisimos invitar al periodista Guido Carelli Lynch, su nieto. Seguro nos dice que no, pensamos. Pero Guido no hace lo que pensamos. Guido, valiente y vulnerable a la vez, nos dijo que sí. Nos pone muy felices que venga con su propio recuerdo de Marta y que en su voz suene también la de ella, que entre “en la habitación como si algo -¿el aire?- la empujase hacia delante”.
Guido Carelli Lynch
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