"Ningún torturador tendrá mi boca" es una de las frases con las que termina un cuento de su libro Paralelas y solitarias y, en ese defensa temeraria, la autora que homenajeamos funda una manera propia de contar la historia, una manera arriesgada -que no obedece a ninguna de las formas del deber ser-, una manera paralela y solitaria de meterse en el discurso de la memoria. Adelaida Gigli nació en Italia en 1927 pero su familia pronto se instaló en Buenos Aires; aquí estudió Filosofía y Letras y formó parte del grupo de intelectuales que fundaron y dirigieron la legendaria revista Contorno. Junto a David Viñas, con quien estuvo casada por unos pocos años, fueron padres de María Adelaida y Lorenzo Ismael Viñas, a quienes en 1976 la dictadura militar secuestro y desapareció. La más cerrada soledad -por la obviedad trágica del momento pero también por un posicionamiento particular e inocultable que eligió para sí misma y para pararse frente al horror- parece ser el derrotero de Adelaida tras la desaparición forzada de sus hijos hasta su vuelta a Italia, donde retomó su trabajo de artista y sus escritos. Por suerte, aunque sea trágico que su legado sea una suerte, nos queda su libro para asomarnos, no ya a entender lo inentendible, pero sí para dar cuenta, para completar, para agradecer lo particular y lo valioso. Y para más suerte, la tenemos a María Moreno para que nos ayude a desanudar, a deshacer prejuicios que impiden el encuentro con las palabras, con las elecciones a contrapelo. En esta fecha especial de homenajes a mujeres argentinas -la Argentina es mujer, qué duda cabe-, que Moreno nos traiga a Gigli es un lujo que raspa y que nuestro ciclo pueda contener y recibir a la voz de Adelaida Gigli, esa voz de nuestra historia que merece un lugar en el presente, nos llena de satisfacción. Los esperamos a todos.
21.5.13
Adelaida Gigli
"Ningún torturador tendrá mi boca" es una de las frases con las que termina un cuento de su libro Paralelas y solitarias y, en ese defensa temeraria, la autora que homenajeamos funda una manera propia de contar la historia, una manera arriesgada -que no obedece a ninguna de las formas del deber ser-, una manera paralela y solitaria de meterse en el discurso de la memoria. Adelaida Gigli nació en Italia en 1927 pero su familia pronto se instaló en Buenos Aires; aquí estudió Filosofía y Letras y formó parte del grupo de intelectuales que fundaron y dirigieron la legendaria revista Contorno. Junto a David Viñas, con quien estuvo casada por unos pocos años, fueron padres de María Adelaida y Lorenzo Ismael Viñas, a quienes en 1976 la dictadura militar secuestro y desapareció. La más cerrada soledad -por la obviedad trágica del momento pero también por un posicionamiento particular e inocultable que eligió para sí misma y para pararse frente al horror- parece ser el derrotero de Adelaida tras la desaparición forzada de sus hijos hasta su vuelta a Italia, donde retomó su trabajo de artista y sus escritos. Por suerte, aunque sea trágico que su legado sea una suerte, nos queda su libro para asomarnos, no ya a entender lo inentendible, pero sí para dar cuenta, para completar, para agradecer lo particular y lo valioso. Y para más suerte, la tenemos a María Moreno para que nos ayude a desanudar, a deshacer prejuicios que impiden el encuentro con las palabras, con las elecciones a contrapelo. En esta fecha especial de homenajes a mujeres argentinas -la Argentina es mujer, qué duda cabe-, que Moreno nos traiga a Gigli es un lujo que raspa y que nuestro ciclo pueda contener y recibir a la voz de Adelaida Gigli, esa voz de nuestra historia que merece un lugar en el presente, nos llena de satisfacción. Los esperamos a todos.
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