26.3.08

Para hincar el diente

Hacemos este ciclo porque nos encanta lo que pasa cuando alguien se planta y nos lee en voz alta su propia obra. Pero qué le pasa al que lee, qué lo atraviesa, lo ilumina, lo retrae durante la lectura?
Llamamos a los autores que engalanaron las veladas de Carne Argentina y les preguntamos:

1-¿Qué te provoca leer en público?
2-¿Qué relato o poema de otro autor te gustaría leer en público?
3-¿Cuál es tu corte de carne favorito?
Ahora los invitamos a ustedes a degustar sus respuestas.
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Laura Pratto leyó poemas de su libro Alcance y de otro inédito que edita a fin de año Bajo la luna.
1-Me desafía a exteriorizar ese tono de los poemas que hasta entonces permanece como una clave interna, poder acentuar el peso específico de determinados versos o palabras, independientemente de que cada persona pueda hacer su lectura particular. Al leer en voz alta, me sorprendo al descubrir que nunca cierra el sentido de un poema del mismo modo, los vaivenes de la textura de la voz y las infinitas variables que hacen que esa textura no sea dos veces igual terminan por imprimir también una textura diferente en el poema cada vez.
2- "La inconstancia", de Mirta Rosenberg.
3- Hace quince años que no como carne, espero no ser recusada del ciclo.
Ezequiel Zaidenwerg leyo poemas inéditos (agosto de 2oo8)
1- Es una experiencia análoga, pero empobrecida (no hay mar, ni sol, ni arena que justifiquen la aventura), a la de una playa nudista: uno está completamente expuesto ante los otros que, sin embargo, no están verdaderamente interesados en ver lo que uno piensa que debería estar ocultando.
2- Anoche, antes y después de la lectura, me encontré repitiendo los versos "Chacales que el chacal rechazaría / piedras que el cardo seco mordería escupiendo / víboras que las víboras odiaran", de "Explico algunas cosas", de Neruda. Supongo que alguna vez me gustaría leer ese poema en público.

3- Tengo una marcada predilección por las vísceras: las mollejas y los chinchulines encabezan mi ránking personal. Chorizos y morcillas, asimismo, me gustan con pasión. A la hora de los cortes, soy bastante clásico: mi favorito es el asado de tira, con el bife de chorizo un escalón por debajo. Por otra parte, no quisiera dejar pasar la oportunidad de señalar que soy enemigo acérrimo del vacío, un corte que, como su nombre lo indica, carece de sustancia.
Marcelo Guerrierri leyó el relato "Cada tanto Normita", (julio de 2oo8)
1-Durante la lectura busco meterme en el texto y olvidarme de todo lo demás, dejarme llevar por la historia y que sea la recreación de imágenes la que vaya marcando el ritmo y el tono. Cuando funciona, la sensación es muy placentera; no es la sensación de estar leyendo un texto, mas bien de estar dentro del texto. Para sentirme seguro suelo practicarlo bastante en casa, grabarme, ensayar pausas; con esta base arranco. La cosa funciona entonces como en dos planos, por un lado el trance de estar metido en la historia y por otro las reacciones que me llegan del público y me orientan. Lo vivo con mucha intensidad.
2-“Luvina” de Rulfo. La voz del narrador es muy clara y a la vez genera una atmósfera entre onírica y oprimente; la musicalidad de la prosa potencia este efecto; un desafío para lectura en vivo. Otro que se potencia leído en voz alta: "Las fieras" de Arlt.
3-Me cuesta imaginar un corte de carne separado de su entorno. Una buena combinación: asado de tira corte americano en “Lo de Charly” (más que parrilla, un santuario de la alegría en Villa Ortúzar, ¡¡¡abierto las 24 horas!!!) bien rociado de chimichurri, tinto de la casa, amigos, larga charla que se prolonga en una de las mesas de la vereda, más asado, más vino, fritas...
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Rodolfo Edwards leyó su libro "Mosca blanca sobre oveja negra" y un poema inédito con papel picado (junio de 2008).
1-Leer en público siempre me ha gustado. Desde muy chico soy muy afecto a “declamar” o “decir” mis poemas en voz alta, solo o acompañado. El último testeo de un poema mío es justamente la lectura en voz alta, así se ajustan el ritmo, los sonidos. En la época en que empecé a frecuentar medios literarios (comienzos de los 80) no era muy habitual leer en público; mucho tenía que ver la situación política de ese entonces, pero también eran todavía muy fuertes las poéticas autónomas, mallarmianas: había una frase que solía escuchar muy seguido: “mis poemas son para leer, no para recitar”. Recién con la aparición de las movidas artísticas con centro en el Parakultural, apareció gente como Batato Barea que pusieron otra vez la poesía en un escenario, y así se recuperó el gusto musical que tiene toda gran poesía. Leer en público me provoca gran alegría, sobre todo cuando se establece una onda con la gente. Claro que uno corre el riesgo de ser acusado de barrialista, grasa, demagogo, populista u otros delitos incluidos en el Código Penal. Conozco a un crítico, que nunca escuchó a Stan Kenton, que está oficiando de jurado para determinar quién es cool y quien es bisagra en la poesía argentina…Tuve todo tipo de experiencias de lectura, desde un auditorio de dealers en el Abasto hasta un antro donde se hacían reuniones de solos y solas. Una aclaración: cuando el público habla o hace ruidos entre las mesas, nunca hay que pedir silencio ni calentarse; si lo que estás haciendo arriba del escenario no es interesante, la gente no te da bola. Hay que saber ganarse el aplauso que siempre será la joya más preciada de un artista. Quien lo niegue, está mintiendo.
2-Me gustaría leer un poema de Baldomero Fernández Moreno titulado “El poeta y la calle”. Tiene una ternura demoledora. “Madre, no me digas:/-Hijo, quédate/cena con nosotros/y duerme después…/Estás flaco y triste,/me hacés padecer (…) La calle me llama/la noche también…/Hasta luego, madre,/voy a florecer.”
3-Adoro la carne. Esta pregunta me calza como guante a los dedos. Una vez un amigo me llevó a un restaurante vegetariano. Sentí náuseas. Sujetos pálidos, mal sintonizados, enfermos, comían unas cositas verdes y anaranjadas. Parecían ratitas de laboratorio en manos de científicos degenerados. Me sentí como en la guardia del Argerich. Mi corte preferido es el asado de tira, pero si pinta un rico vacío me lo morfo sin ningún problema. De las achuras: el matrimonio, el chori y la morcilla. Todos los lunes como puchero. En ese caos carnívoro, en el mar de sopa cayendo como lava desde un volcán boquense, siempre en erupción, prefiero el espinazo.
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Irene Gruss leyó fragmentos de su nouvelle "Una letra familiar" (junio de 2oo8).
1-Pavura y alegría; pero más pavura.
2-Algún poema de Elba Fábregas o cualquier relato de Chejov o The dead, de Joyce, en español, por supuesto.
3-La arañita o la entraña.
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Ariel Magnus leyó dos capítulos de su novela Un chino en bicicleta (mayo de 2oo8).
1-En principio, vergüenza y nerviosismo. Pero después, una vez que arranqué, algo parecido al placer.
2-Creo que Cela o Bernhard deben sonar muy bien leídos en voz alta, habría que probar.
3-Bife de chorizo, más bien pasado.
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Jimena Néspolo leyó el relato "El candor más lejano" (mayo de 2oo8).
1- Pánico y placer.

2- "Miseria de la poesía" con la voz soberbia, furiosa e implacable de Julio Llinás. Esa voz que yo no tendré nunca.
3-
La lengua, supongo.
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Leo Oyola leyó capítulos de su novela Chamamé (junio de 2oo6 y abril de 2oo7)
1-Me encanta. Sobre todo si estoy seguro, si estoy en paz con mi texto, me gusta mucho "salir a la arena". Siendo discípulo de Laiseca creo en eso: en divertirnos narrando. En pasar, uno, y dar, a los que escuchan un momento agradable.
2-Estuve mirando cuentos de Irvine Welsh del libro de relatos Acid House. Para la película eligieron 3 de los 18 que hay. Lo que siempre me pasó con las traducciones de Anagrama -me imagino que lo mismo a ustedes- son los galleguismos. Pero con esa salvedad me llegan mucho, lo mismo que las películas de Ken Loach, o todas las de revisionismo de los '80 onda Billie Elliot, Full Monty, bla, bla, bla, lo similares que somos las clases medias de ambos países más allá de que nos separe un océano y una guerra. Lo que nos emparenta la música y el fútbol. Sí, me gustaría leer algo de la Casa del Ácido. Me sentiría muy cómodo con ese material.
3-No sé si en mi caso sería justo o correcto hablar de un corte de carne favorito. Lo que prefiero es comer carne cada vez que se pueda.
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Federico Levin leyó el relato "Sombra" (octubre de 2006)
1-Leer en vivo es una instancia de la producción literaria que suele ser subestimada. Se le atribuyen los males del glamour y la autogestión masturbatoria. Diría que, respecto del glamour, se trata de todo lo contrario: bajar al escritor de ese firmamento, de la distancia y lo eterno del libro impreso, y ponerlo cara a cara, en el barro de lo fugaz. Lo que me pasa cuando leo es que siento la excitación del momento único, efímero (eso tendría que ver con aquello de lo masturbatorio que, para mí, no tiene nada de malo, por el contrario). Una de las cosas por las que me gusta leer en vivo es que me permite reafirmar, o terminar de entender, la musicalidad de mis textos. Eso ayuda también para corregir. También sucede que el lector hipotético con el que uno trabaja se vuelve de pronto individualizable, incluso grupal, entonces, si se presta atención, la textura del silencio y las miradas durante la lectura, el tipo de atención que prestan, también sirve para entender un poco más lo que uno intenta hacer al escribir.
2-La aventura de un miope de Italo Calvino, o Las tiendas color canela de Bruno Schulz.
3-Para la parrilla, el ojo de bife; para cocciones largas, el osobuco, especialmente la carnecita escondida en el hueso, para comer sobre un pan con manteca y unos granos de sal gruesa.
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Fernando Veríssimo leyó el relato "Toto" (octubre de 2oo6)
1- Últimamente no me provoca leer nada en público porque no estoy escribiendo y porque ando desencantado del universo literario vernáculo y sus epítomes de laya diversa. (A ustedes tres lo quiero porque son buena gente, talentosos, limpios, cariñosos y siempre fueron muy amables y generosos conmigo. Les cuento que muchas veces los extraño así que un día me voy a animar a no ser tan perejil y a encontrar un ámbito propicio para tomar una cervecita o un café con Vds.) (El paréntesis anterior no tiene nada que ver con la respuesta propuesta bajo la notación "1." pero me parecía buena oportunidad para hacérselos saber.)
2-Creo que la primera respuesta, exceptuando los paréntesis, responde también a la pregunta nominada "2." En caso de tratarse de una cosa absolutamente hipotética, ponganlén un Bernardo Soares, un Steven Millhauser ponganlén...
3-El vacío, sin duda. Es un corte de lo más zen, según mi criterio tan poco oriental y budista.
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Juan F. García leyó poemas inéditos y de su libro "Ramos generales" (julio de 2oo7)
1-Según las circunstancias, los lugares, la gente que concurre a las lecturas. Me gusta leer para mis amigos (escribo para ellos, en general) y mientras vea una cara amigable, todo fluye. No soy muy performático, así que no me incomodo demasiado con la escena, siempre y cuando la luz sea la adecuada para mi alto astigmatismo. Y también es el lugar y el tiempo de poner en la parrilla (valga la imagen tan cara a vuestros vicios carnificinos) nuevos textos.
2-Dar clases tiene mucho de puesta en escena, por lo que podría decir que me doy algunos gustos. Si me dejaran, leería "Luz de provincia" de Mastronardi, completito. Aunque es tan largo que debería intervenirlo para que la platea no se inquiete. A veces estoy leyendo poemas que me encantan y pienso: "Esto lo voy a leer en alguna mesa a la que me inviten", pero siempre son mucho mejores que mis poemas, entonces prefiero abandonar la idea. Si me apuran, hoy leería cualquier poema de Amelia Biagioni.
3-Influenciado por el Gourmet digo: ojo de bife (¡gracias Dolli!); pero también, vacío, lomo carérrimo, cuadril; aunque, además de las vaquitas de la Sociedad Rural, me gustan mucho el chivito, el lechón... ¡que también son carnes argentinas, qué tanto!
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Alejandro "Rusi" Millán Pastori leyó fragmentos de su novela La felicidad es un monoambiente (septiembre de 2oo6)
1-El otro día pensaba en eso. Resulta que cada vez que tengo que leer algo (como si lo hiciera muy seguido) me da vergüenza, me pongo nervioso, me parece que es la situación más ridícula y estúpida del mundo. Vergüenza ajena. Pero encontré cuál era el problema. Yo soy eso que comúnmente se llama “un improvisado”. Planteo estructuras simples y después veo como las relleno. Escribo cualquier cosa, pero me gustan las novelas o las historias cortitas que se terminan en el momento. Los cuentos más clásicos y bien armados no sé cómo mierda se hacen (salvo que me salgan de ojete). Así que leer en voz alta, seguir los caracteres ya ordenados con disciplina, esmero, y además atención, cuya falta debe ser la verdadera raíz del problema, me transforma en un verdadero mogólico de acero al que se le empastan las palabras y además sabe que va a cagarla en el siguiente renglón por no seguir el camino trazado. Se complica. Pero ahora lo estoy intentando, he decidido superar ese obstáculo y seguramente voy a arruinarme la vida un poquito más improvisando sobre la marcha. Capaz que una noche voy al Mantis y termino poniéndome una ferretería con el Beto.
2-Hay algunos fragmentos de “La causa justa” de Lamborghini que en ciertas ocasiones he leído a algunos que estaban por ahí. Seguramente no eran más de 4 o 5 oraciones. Eso es divertido, hay partes que me le animo en voz alta porque las sé casi de memoria. También algunos relatos cortos de ciencia ficción rusa de los cincuenta o sesenta. Son muy raros. La ciencia ficción me encanta y los rusos, salvo Lem, que era polaco (eso lo puse para hacerme el que conozco) eran un tanto naif porque si se hacían los giles los mandaban a Siberia. El asunto es que los disfruto porque son bastantes desparejos, pero te encariñas. Y bueno, eso. Sí, soy un flaco posmo.
3-Y las achuras, todo eso retorcido con sabor fuerte: los riñones, chinchulines, tripa gorda rellena, mollejas... La costilla también.
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Juan Guinot leyó el relato "Hamsters" (diciembre de 2oo6)
1-Un tamborilleo en el pecho que sube por la garganta y sale desde la boca en sones de relato. Es un estado ritual de conexión con el público, el relato, el relator, el espacio. Tal vez sea de las pocas cosas que me hacen creer en que existen fuerzas desconocidas y fantásticas.
2-Las primeras páginas de Invitación a la masacre de Marcelo Fox. El capítulo de Crónicas Marcianas de Ray Bradbury, “1999 Los Hombres de la Tierra”. Algunas páginas de Ciudades Invisibles de Italo Calvino.
3-El Caracú (osobuco). La captura de esa deliciosa pieza en las profundidades de un puchero, el posterior desmonte del corazón del hueso y su destino de pan. Y, para terminar, hincarle el diente a la carne hervida a punto deshilache.
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Natalí Tentori leyó los relatos "Exteriores/Interiores" (julio de 2oo6) y "Bonnie & Clyde" (septiembre de 2oo7)
1-Durante la previa me lleno de una mezcla de miedo y excitación. Exactamente en el minuto previo a empezar, o quizás en esos 30 o 20 segundos que anteceden a la primera palabra, sucede algo del orden de lo ritual, una construcción, una creación del silencio generalizado que (aunque a veces parezca que está durando demasiado y hay que empezar ya!) que todos están trabajando en eso y entonces se me va un poco el miedo, como si fuera una cosa de la naturaleza lo que va a suceder, como si fuera encender un fuego porque hace frío o porque hay que cocinar. Esperan escuchar algo. Cuando empiezo, las primeras tres o cuatro frases, son todavía con bastante miedo porque realmente desconozco mi voz. Y durante (hasta el final) siempre es placentero pero estoy tan metida en la trama que pierdo el registro de donde estoy o que soy yo. Lo que pasa después siempre es una sorpresa (siempre) me siento como volviendo de un trance, no entiendo si gustó o no gustó, tiemblo de miedo, no sé si saludar, irme, irme a mi casa, no sé. Por suerte en ese momento los amigos le dicen alguna cosa a uno, como para volver al eje.
2-Hoy soñé con uno de los cuentos de un libro que leí el año pasado, "Puerca a Tierra", un cuento hermosísimo, pero no sé si leería ese. Creo que leería poesía, algo de Lorca, de poeta en NY. O también un poema de Girondo, su segunda versión de "cansancio" o quizás alguito de Artaud.
3-Qué corte?.... el olor de la tira de asado a la parrilla, la grasita cayendo sobre las brasas... sin palabras, se come desde la charla previa hasta la siesta. Aunque también puedo saltar de animal y morderle la pata a un cabrito o a un cordero.
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Juan Desiderio leyó "La zanjita" (noviembre de 2oo7)
1-Taquicardia primero. Esa sangre bombeada por el corazón a mil, va al cerebro y la lectura se fortalece debido a la lucidez que provocan en especial, los glóbulos rojos que transportan oxígeno y un par de sutilezas más. Alegría al recorrer la ruta que forman los versos. Y un final orgásmico.
2-Unos cuantos poemas de Joaquín Giannuzzi.
3-El matambrito.
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Carlos Gamerro leyó un capítulo de su próxima novela Un yuppie en la columna del Che Guevara (diciembre de 2007)
1-La reacción de los lectores, tan virtual e imaginaria, al leer en público se vuelve real, aunque estén mudos, se siente en el cuerpo -para bien o para mal. Para bien, sobre todo si es un texto inédito. _ 2-Cualquier fragmento de El almuerzo desnudo, pero si pudiera leerlo como lo lee William Burroughs.

3-El asado de tira.
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Violeta Gorodischer leyó el relato "La bolsa" (agosto de 2007)
1-Una mezcla de pánico y adrenalina. Lo bueno de estas ocasiones es que uno siempre se respalda con amigos y gente buena onda que te quiere, y te invita a tomar algo, y te dice lo bien que leíste o lo bueno que estaba tu texto. Y uno les cree, claro (hay que dejarse mimar un rato, sostengo como premisa de vida).
2-Me gustaría leer algo de Félix Bruzzone, de Silvina Ocampo o de Arenas, o Echenyque (por hacer un recorte arbitrario) Son todos textos que me conmueven mucho , y creo que es lo mejor que te puede pasar a la hora de leer (en todo sentido).
3-El lomo.
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Hernán Lucas leyó poemas de "Un tapado arena" y "Prosa del cedido por el oro" (octubre de 2007)
1-Se trata de una situación en la que el deseo es el personaje estelar. Entonces caen los amiguitos de siempre: ansiedad y dispersión; concentración y "mambo", si predominan estos últimos "leer en público" será una experiencia buena.
2-Me gustaría leer el capítulo "La cena" de la novela Las primas de Aurora Venturini.
3-El bife de chorizo, la entraña. Aunque me gustan todos. Un bife de chorizo con cebollita de verdeo por arriba y papas a la española es mi locura.
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Emma Peel leyó los relatos "El ficus" y "Fermín" (noviembre de 2007)
1-Un calorón tremebundo que hace que sude en demasía (algunos trasnochados me han ofrecido recolectar el chivo en botellitas y revenderla como segunda marca de Pritty)
2-Me encantaría recitar las traducciones libres de Cariños A., mi escritor maldito favorito. Una de las que más me gusta es Canción de Redención de Bob Marley, los viejos piratas del aier en sus bodegas llevan africanos con mucha mugre y olor y los venden por docena al mejor postor y yo les digo:
"ayudeneme a cantar una canción de libertades
todo lo que siempre tuve una canción de libertad
canción de redencion y no muchoooo más
"haganme caso de lo que les digo
si se dejan los dread usen nopusid
y ninguna energía atómica podrá detener el tiempo
y sean felices fumando droga todo el día
de Africa a Jamaica el cambio re daaaaaaaaa!!!
3-Me encanta acariciar una buena tira de asado antes de irme a dormir (si el hueso es ancho y retacón, mejor)
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Odiseo Sobico leyó un capítulo de su novela Parió la Fortuna (junio de 2006).
1-Últimamente, como estoy experimentando mucho con cada párrafo e imponiéndome cuestionamientos radicales sobre lo que representa la necesidad de querer contar una historia, cada vez que leo ante alguien, sea uno o muchos, me siento desnudo, como confesándome. Lo paradójico es que no hay vergüenza como resultado, sino una suerte de disolución de mi persona, soy eso que leo y me disperso con mis palabras entre los oyentes, y cuanto más disperso me siento, más me compenetro en el texto y, paradójico, me emociono porque lo siento como ajeno, como de los que oyen, plagiándoles la intención. Es raro y gratificante. Lo difícil es terminar (o las interrupciones). Ahí debo volver a ser yo por un lado, el texto por otro y el público allá. Duele.
2-Por un lado, Isaac Babel, "Mamá, Rima y Ala", es un relato de principios del XX, pero es delicioso (aunque la traducción es medio chota), los cambios de mirada que hace son maravillosos y los personajes (sobre todo la Mamá) me resultan adorables a pesar de mostrarse todo el tiempo mezquinos y hedientos. Por otro lado, algún texto de Felisberto Hernández, porque es como estar soñando despierto o saltar sobre un inmenso almohadón de plumas. p/d: Selva, querida, imagino que tendrás a buen resguardo el libro que te presté de este autor, es un incunable, inconseguible y muy caro a mi propia historia.
3-El vacío, que te llena generosamente. En todas sus formas: al horno con papas, asado, en puchero, estofado y si uno se esmera luego de darle un hervor, lo deshilacha y se fabrica una buena "ropa vieja" con todos los ingredientes y el sabor caribeño.
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Fernanda García Lao leyó el relato "Vertical" (octubre de 2007)
1-Efectivamente, me provoca. Es un desafío poner el texto a prueba frente a los demás. Y sentir reacciones inmediatas. Por otro lado, el hecho de contar y ser escuchado es tan primitivo que te hace sentir arañitas vernáculas en el estómago. Uno entiende con mucha velocidad si hay conexión o sorpresa en la audiencia. Si el texto es débil y no suscita interés, ves caer lectores en cada frase... Mientras uno lee, tiene un rol doble: boca y oreja. Dice en primera persona y escucha como si fuera otro.
2-Cualquiera de Bernhard, de Filloy, o un fragmento de Gombrowicz.
3-Me gustan las partes difíciles. Con poca carne, en realidad: costillitas, para chupar el hueso.
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Juan Diego Incardona leyó el relato "El Midi" (abril de 2007)
1-Alegría. Me recuerda cuando llevaba a los chicos de Villa Celina de campamento y les contaba historias para que no hagan quilombo a la noche. Se re copaban. Mi vocación es contar historias.
2-Algún fragmento de Las aventuras de Tom Sawyer o de Huckleberry Finn de Mark Twain.
3-Entraña.
[continuará]

3.3.08