20.11.12

El gran pez








La Elba, la Martita, el Claudio, la Grafa, la feria tempranísimo en la mañana de invierno, Ballester, el colectivo 127, los monoblocks, una madre a la que no le gusta llegar de visita con las manos vacías y para en la carnicería a comprar dos pollos. Una madre que critica a la cuñada "esa cocina bien porque tiene plata". Una abuela que confiesa que su padre salía a buscar trabajo y no le daban, o le pagaban con un cacho de bananas, porque era borracho. Un  padre trabajador en un momento del país en el que se multiplicaban las huelgas y se hacía fuerte el movimiento obrero: “No puedo parar, vos sabés, los chicos necesitan zapatillas”.
La escritura tiene un momento proverbial, cuando casi como por azar se encuentra la punta de un hilo que resiste el tirón y trae algo que no se sabía que estaba listo para aparecer, algo que se sobrepone y toma la delantera, como un pez mayor que se traga al pescado que ya tenemos asegurado en el anzuelo. Los Carne siempre buscamos servir ese plato crudo: un escritor o escritora en ese trance, más allá de los publicados, de los que atraen multitudes, siempre anhelamos alguien a quien le esté pasando ese rito medio sangriento de escritura. Tal vez sea una intención vampírica la nuestra, pescar el momento justo, el flash en la oscuridad de esa trama íntima, el momento más lábil, menos especulativo, y por eso más poderoso. Qué alegría nos da tener a Claudia Sobico con nosotros, una escritora en medio de la noche aciaga y feliz del encuentro con lo propio: una novela que le pone voz a los personajes de una familia fuera de los límites de la capital, en un momento vital, tremendo y esperanzador de la Argentina. Qué alegría que nos deje espiarla y nos venga a leer fragmentos de su primera novela.

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