Usted debe ser muy feliz de poder cagar cuando quiere, cague pues hasta más no poder. Aquí no ocurre lo mismo, estoy obligada a retener el sorete hasta la noche puesto que no hay ningún baño en las casas linderas al bosque. Por desgracia vivo en una de esas casas y, en consecuencia, estoy condenada a cagar afuera, lo que me fastidia, porque amo cagar a mi gusto, y no cago a mi gusto cuando el culo no encuentra apoyo. Ítem, todo el mundo nos ve cagar, pasan hombres, mujeres, muchachas, muchachos, abades y suizas. Usted ve en esto que no hay placer sin pena y que, si no cagáramos, yo viviría en Fontainebleau como pez en el agua. Es muy triste que mi intimidad sea turbada por soretes. Hubiese preferido que quien inventó el cagar no pudiera hacerlo más que a golpes de palo, él y toda su raza. Dios mío, ¿cómo es posible que no podamos vivir sin cagar? [El tutú, de Princesa Sapho, traducido por Romina Doval]
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