19.8.09

El visitante

Conocí los relatos de Ceballos hace más de 10 años. Entonces yo vivía en Paraná y Juan Menneguín (uno de los mejores poetas de Entre Ríos y, sin dudas, el mejor de los nacidos en Concordia) que dirigía la editorial Río de los Pájaros y sabía de mi inclinación a la narrativa, me regaló varios libros de cuentos editados por su sello. Entre ellos tres de Ceballos: Ángel de la guarda, Interior de los pájaros, y Allá siempre baila la muerte (¿no es un título hermoso?). Menneguín me advirtió que leyera con especial atención a Ceballos.
En esa época yo creía: a- que para ser escritor había que vivir en Buenos Aires; b- que debía borrar todo rastro de provincianismo si quería que mis relatos fuesen "universales".
Gracias a Ceballos, desterré esas dos ideas absurdas de mi cabecita tonta. Ceballos, un escritor que se me develaba enorme y maravilloso, vivía en Alvear, un pueblito correntino en la frontera con Brasil, y esos relatos que tanto me encantaron estaban escritos desde y con el corazón de la Argentina profunda: hombres viejos que rejuvenecen solazándose en el amor de una jovencita que podría ser su nieta, personajes de la mitología del nordeste como el yaci-yateré haciendo tratos con capataces de estancia, contrabandistas, asesinos a sueldo, la travestti reina de los carnavales que huye del pueblo con un viajante.
Cuando terminé de leer sus libros, le escribí una carta a Ceballos en la que le hablaría, seguramente, de mi admiración. Nunca mandé esa carta y hace unos años la encontré adentro de uno de los libros: estaba escrita a mano con la letra que tenía en esos años, bastante más legible que la que tengo ahora que, excepto las notas del supermercado, no escribo a mano nunca. Esta tarde volví a buscar esa carta, esperaba que estuviera allí todavía, esperaba poder entregársela en mano a su destinatario, mañana, con doce o trece años de atraso. Pero se ve que alguna vez presté sus libros y la guardé en otra parte. O que la tiré, mujer de poca fe, pensando que nunca iba a cruzarme con Ceballos en esta vida. Es una lástima.
Hace unos años, una noche, íbamos con mi novio en el auto y puse la rock and pop, un programa de esos nocturnos que creo que conducía Alejandro Lingentti: estaban entrevistando a un escritor y ese escritor era Ceballos, que había ganado un premio muy importante en España. Escuché el resto de la entrevista con la alegría de quien reencuentra a un viejo amigo, después de mucho tiempo, flotando en el éter. Esa noche, Ceballos estaba en Buenos Aires igual que yo, pero tampoco nos cruzaríamos.
Por fin mañana podré darle un abrazo después de todos estos años. Y, por encima de todas las cosas, tendré el placer de compartirlo con ustedes, el querido público del ciclo cárnico. Creo que se merecen mutuamente, ustedes y Ceballos.