18.8.09

La invitada de la noche

Una de las costumbres en la poesía de los últimos años es una suerte de invocación a la inocencia. La apelación a un juego de palabras menos "comprometido", que permita un nivel asociativo que incluya marcas generacionales y que, a la vez, recurra a escrituras menos cerradas y encriptadas en el universo poético de lo personal. A veces eso logra suceder, pero es más frecuente que el intento se vuelva paradojal y que toda insignificancia se acogote hasta ser poetizada (asesiné a mi padre /ahora me como un yogur). Mariana Suozzo maneja con enorme solvencia el entre (tal vez la clave), echa mano de eso y puede hablar con el técnico que tarda tanto en repararle la heladera como si esperara a su propio Godot. Sus versos dan cuenta de lo ordinario y la lírica baja unas cuantas octavas para estrellarse contra los gritos de la vecina de arriba; Suozzo se mueve en un espacio que mezcla mundos y lo hace de manera sorprendente y asertiva. Su poesía va y viene en una especie de negociación que te deja una sonrisa en la cara y que también dialoga (¡al fin el intento funciona y no se vuelve estúpido!); siempre habla de otra cosa. Un verdadero deleite que de seguro abrirá el paladar del exigente público cárnico que tomará nota y querrá agenciarse Mark en el espacio, el libro que Huesos de Jibia le editó a la escritora en 2007.