25.8.09

Juan José Becerra

La primera señal es la de que en Asunción no hay nada. Nada de nada. Me lo habían dicho y me pareció comprobarlo al llegar. Podían verse los huecos de esa nada en su toponimia insuficiente, en los silencios que invadían las calles en oleajes discontinuos y en sus habitantes, indiferentes al arte ciudadano de reportar mitos. De la actualidad móvil e ilegible de la ciudad, por la que se escurría sin ninguna precisión la historia del Paraguay y el sentido patriótico que le da relieve turístico a todas las naciones, me fueron llegando algunas partículas transmitidas por un taxista según su modo paraguayo de narrar. Un canto suave, alejado de cualquier afirmación, como recordándome que la realidad es, en el fondo, una conjetura a la que se le tiene fe [...] ¿Acaso no es preferible un país de barro a un país de piedra?, en la revista Transatlántico.